Estoy seguro de que muchos de vosotros habréis leído la historia de Hansel y Grettel, dos muchachos que se perdieron en el bosque y llegaron a una casa de chocolate. ¿Creéis que es todo ficticio? Pues os equivocáis. Efectivamente, las casas de chocolate existen, y os puedo asegurar que es muy apetecible vivir en ellas.
Tiene que dar mucho placer llegar del colegio o el trabajo y ver una fachada de chocolate negro unida con bastones gigantes de caramelo a paredes de chocolate blanco y cubierta por un techo de gominolas, toda ella decorada con nubes. Sólo de pensarlo se me hace la boca agua.
Una vez que entras verías todos los muebles de chocolate y un suelo de turrón para aportar consistencia. Y no tendrías un armario, tendrías un huevo kinder gigante. Tampoco harías trabajos con pegamentos, sino con piruletas. Dormirías en una cama hecha de bombón caramelizado para no pasar frío y que esté blandita.
Seguirías andando, y entre puertas chocolateadas llegarías a un patio caramelizado con una gran piscina de chocolate líquido en medio. No hay nada como darse un dulce baño después de un duro día (o un día normal). Bueno voy a parar ya que me está entrando mucha hambre y acabo de comer.
¿Cuánto tiempo podrías vivir en una casa como ésta sin destrozarla? A mí, sinceramente, me costaría llegar al día.



Jajajaj pero si eso se derretiría
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